Dijeron que eran diferentes, pero son lo mismo. Prometieron que lo harían de diferente manera, pero lo hacen de la misma manera que siempre. Crearon expectativas sobre la forma de gobernar y no han hecho sino desilusionar a la sociedad, buscando artilugios para crear realidades alternas (artificiales) a la realidad que está más clara que el agua. Estoy hablando de un segmento de Morena en Colima que, de no cuidarse bien, terminará por embadurnar de lodo a todo Morena en Colima, porque hay que reconocer que (todavía) hay morenistas colimenses que lo están haciendo bien. Lo que sucedió con la elección del nuevo presidente de la Comisión de Derechos Humanos en nuestro estado es prueba visible de esto que acabo de decir. La crónica de esta decepción ha quedado ampliamente evidenciada en la sociedad y se reduce a lo siguiente: se abrió una convocatoria para elegir al nuevo presidente de esta Comisión cuya labor ahora es tan importante para nuestra entidad. La convocatoria fue atendida por muchos aspirantes, más de quince. Una comisión ciudadana, respetable, eligió a los más aptos, evaluándolos con una calificación del 0 al 100, y en donde sólo algunos de ellos (como Roberto Ramírez y Alma Guadalupe Gómez Gaitán) resultaron con alta idoneidad, esto es con una calificación de cien. Sin embargo, en la terna final apareció María Elena Ruiz Visfocri, quien obtuvo una calificación de 75, lo que ya empezó a generar las animadversiones al interior de los congresistas. Lo que vino a desatar la gresca fue, sin embargo, la notoria tendencia a querer imponer a Ruiz Visfocri como la nueva presidenta del CEDH por parte de una fracción de los legisladores morenistas, encabezados por Vladimir Parra, quien fue acusado de llegar hasta el soborno para conseguir el voto que les faltaba a fin de conseguir la mayoría requerida para el nombramiento. En el despelotadero empezaron a surgir, como en los pleitos de vecindad, los trapitos mojados, y, por supuesto, pronto salió el peine: la razón por la cual el diputado Vladimir Parra se empeñó en imponer a Ruiz Visfocri fue porque Ruiz Visfocri tenía una relación cercana con Arnoldo Vizcaíno, padre de la superdelegada morenista Indira Vizcaíno, con lo cual se establecía una cadena de favores que terminó evidenciando una cadena de corrupción. Como lo muestran las evidencias que son de dominio público, Ruiz Visfocri había sido abogada de Arnoldo Vizcaíno y fue de ahí que la superdelegada Indira Vizcaíno, su hija, haya operado con Vladimir Parra y su grupo de legisladores la imposición de Ruiz Visfocri, dándole al traste con ello a un proceso que tendría que haber sido un ejemplo de transparencia pues en él participó un respetable consejo ciudadano que tuvo a bien hacer un trabajo de escrutinio que, por lo que se ve a simple vista, cumplió con las expectativas. No se necesita entrar en el fondo de la cuestión para darse cuenta que lo evidente es el fondo de la cuestión: los morenistas colimenses (en su mayoría) son espejo y se reflejan en todo eso que criticaron de los priistas, los panistas, los verde ecologistas, etcétera: se corrompen y corrompen con tal de conseguir sus fines aviesos y satisfacer sus ambiciones de poder, atropellando con ello los derechos y la dignidad de otros, incluido, para este caso, el consejo ciudadano. Por lo demás, los del PT han puesto el grito en el cielo y han pedido la remoción inmediata de la superdelegada Indira Vizcaíno: ¿lo lograrán?